Del Parana al Pagina …. se juegan por LLP
MM en www.lacoctelera.com (se desmarca con un analisis de aquellos que no se leen todos los dias … finesse y know how, adoquin y enciclopedia, parana y oviedo)
SERPIENTES EN ALMIBAR PARA LA EXQUISITA LENGUA POPULAR
Escribió Nietzsche que toda verdadera música procede del llanto, puesto que ha nacido de la nostalgia del paraíso.
Si lo sabrá Andrés Calamaro, dueño de una bolsa de canciones inolvidables escritas con sangre, saliva, corazón y pluma encabritada. Pero, sobre todo, con un talento que no se compra y una honestidad brutal a prueba decaídas pese a los resbalones.
El asunto, amigos, es que Calamaro ha construido una obra maestra, de esas que a los corazones sensibles emocionan hasta la taquicardia. Para ser concretos: escuchara AC jugar con su voz y serpentear diciendo “las musas son una sola musa o es una serpiente de muchas cabezas; los buscadores de promesas la tientan con cerveza” emociona, conmueve.
El Salmón (rebelde, perspicaz, juguetón) ha engañado a los que han escrito que La Lengua Pupular es un disco plétorico de felicidad caramelera que se linkea directamente con el amor recuperado o esas cosas de la sensiblería. El disco abre con un golpe al mentón recordando a los amigos ausentes que esperan en el cielo.
Los Chicos es un cucumelazo que remite a Alta Suciedad pero más, mucho más, a las entrañas del músico al cual “muchos amigos” se le fueron rápido y estarían de parabienes festejando este discazo.
Hay que volver a Niestzche: toda verdadera música procede del llanto. Y este disco también, aunque no haga falta ya estar días y días sin dormir.
El segundo track (Carnaval de Brasil) está en la punta de la pirámide de esto que llamamos rock nacional. No es una canción urgente ni tampoco una gema para agitar el pomo. Es una oda al olvido selectivo, a la memoria selectiva, a los pedazos de vida que no vamos a perder jamás. Y si la tristeza nao tem fin se la reconvertirá hasta convertirla en un eximio dibujo de Liniers. ¡Qué hermosura de tema! Sólo hay que dejarla girar una, diez, cien, mil veces.
5 Minutos Más tiene la elegancia recuperada del cafiolo prudente y cordial que, como Calamaro, no necesita pedir perdón jamás. Un estribillo que pronto será coreado en las gradas futboleras como un himno que iba para bolero perofue anclado en otro lugar. “Tengo abierto el minibar y cerrado el corazón, y sólo late por los dos”, canta el calamar, quien tiene presentea los que comparten la insensatezde llevar Mi Funeral 11 (esa perla de El Samón) impresa en la piel, y les haceun guiño: mataría por 5 minutos más. Siempre mataría (mos) por 5 minutos más… de felicidad.
Soy Tuyo es una canción reivindicatoria del erotismo/amor. sin necesidad de hablar de “flores de alelí” o “margaritas en el mantel”, el poeta fértil desenvaina que le gusta querer hasta la locura y naufragaren “ese” corazón que es de él, tuyo y mío.
Pero claro, hay días sospechosamente light, ideales para pedir un deseo cada vez que pasa un tren. Y comer como un rey en la agencia de coches usados entre colegas. Cuando la jornada viene de ese lado, nada mejor que hacer sonar Mi Gin Tónic. Y claro, para ver bailar ya no es necesario ir a Pachá, basta con ir a un club. Esto es sabor vecinal. “No me digas que voy a tener que ir a ver a tu grupo del siglo pasado en la Bombonera”, larga chispeante Calamaro en un touche a esos viejos peinados que vuelven por cash.
Calamaro se interesó por el curioso groove de la Cumbia Santafesina, un género que toma de la savia de ciertos ritmos colombianos, pero se hizo fuerte a la vera del Paraná. Temazo. ¿Cómo no cantar eso de que “vengo liviano como la espuma de las orillas a contramano de la resaca del carnaval”? Un homenaje al Grupo Cali, a Dalila, a Mattioli, a Adrián y los Dados Negros, etc. “La espuma de las orillas” se baila ya en las escuelas de la colonia, y las versiones incitan a cabecear a la polaquita. Cachorro López programa de maravillas y Baleirón incita al wah-wah como le gustaba a Eleuterio Pigliapocco. “Ya no tengo espinas clavadas en el corazón”, cierra AC, con la autoestima por las nubes, con la mochilita liviana.
Cada Una de Tus Cosas tiene savoir litoraleño. Leo sujatovich hace unos arreglos de piano y cuerdas que, lejos de empastar, elevan la canción que, es verdad, no se sabe si es rumba. Pero queda para la eternidad que le da a Calamaro la alegría de vivir acompañado. Supongo. Y a nosotros de escucharlo.
Comedor Piquetero es una “calamareada” típica, de esas que le gustan. Acá hay aroma a torta frita, a colectivo oxidado, a gorditas hermosas disfrutando por una noche y olvidándose de la miserabilidad argentina.”No hay que reservar primero donde el piquetero tiene el comedor”. Vamos, que Argentina es nuestra, y no de esos turistas que se amontonan en la burbuja inmobiliaria de Puerto Madero, comen por dos dólares y ensucian los lupanarescon sonrisas falsas.
Y, claro, quienes somos fatalmente contemporáneos, sacamos ventajas de la confusión. Sexys y barrigones, sabemos que podemos hacer felices pese al desprecio y a la compasión. Adentro de cada caramelo viene el juguito. “Tengo el mosquete de D Artagnan”, reivindica Calamaro, quien deja en claro que todos tenemos el lado malvado. Y se suelta, y ahí va.
El Cantante pela otra de amor furioso en De Orgullo y de Miedo, cansado de milongas, después de haber vivido afuera del margen, de la moral y de lo permitido. Una ranchera en la que AC dice que ya no le duelen las heridas y se muetra contaminado porel climax de la barranca rosarina.
De inmediato, en La Mitad del Amor, aparece el AC irónico, divino, letrísticamente inabarcable. “Voy a tomarme hasta mi pelo, por favor con mucho hielo”, dice el viejo Andrés que (antes) no dormía jamás. Un homenaje al cubano Amaury Pérez que nadie, hasta ahora, pudo descubrir.
Y si hay quienes creen que el “nuevo AC” es una especie de Festilindo, El Salmón, termina mandando un mensaje abuelístico hablando de la Argentina “a la que dieron anfeta de propina”. Que nadie se confunda, “súperpibe” andará vegetariano pero sigue siendo un león que, con este disco, regala serpientes en almíbar. Eso si nada quiere saber de malos cortes, de corte comercial.
Redondo, luminoso, mágico, podrían ser adjetivos para describir La Lengua Popular.
Calamaro nos ha tapado la boca a quienes criticamos sus dos trabajos anteriores. No está de vuelta porque nunca se fue.
Femenina, La Lengua Popular, qué pedazo de mina, Argentina entera se pone de pie.
Y dice gracias Andrés.
*Andrés Calamaro-La Lengua Popular-Warner
discos|“la lengua popular”, lo nuevo de andres calamaro
Sin cuchillo entre los dientes
Si no fuera porque hace rato que Andrés está “consagrado”, debería decirse que este es un disco consagratorio: un paquete de doce canciones inspiradas, rotundas, sensibles y honestas.
Malas noticias para aquellos a quienes les resulta desagradable la voz, las canciones o lo que suponen que representa Andrés Calamaro: tendrán que lidiar con críticas como ésta, con el consenso del medio… y con las canciones mismas, porque La lengua popular es un explosivo paquete que contiene doce potenciales hits, algunos destinados a ganarse un lugar en el seleccionado de canciones marcadas a fuego en la historia. No hay exageración. Si no fuera porque Calamaro lleva varios años “consagrado”, lo primero que debería decirse es que éste es un disco consagratorio, obra cumbre del poeta fértil, el artesano de canciones. “No me gustan las canciones porque mienten, porque todo se resuelve en tres minutos”, cantó hace ya catorce años, y en La lengua popular todas las canciones se resuelven en ese lapso, dándole un aire de disco de rock argentino clásico, cuarenta minutos de duración, seis canciones “de cada lado” encadenadas en perfecta sucesión, cada una preparando el terreno al siguiente golpe. Cada una proponiendo un universo atractivo en sí, y colaborando a un mosaico encantador.
Aquel adelanto de “5 minutos más (minibar)”, con una base que recuerda al “Sr. Matanza” de Mano Negra, apenas fue una pista. Una pista además engañosa, porque el auténtico clásico instantáneo del disco, que infecta al oyente a la primera escucha, corre por vías más habituales en el estilo compositivo del Salmón: bastará que en estos días empiece a sonar en las radios “Carnaval de Brasil” para confirmarlo. Rotunda, melódica y armónicamente redonda –y no se está hablando de Patricio Rey–, retoma la temática de “Mi rock perdido”, el arte de escribir canciones, y resuelve con un estribillo tan contagioso que es inevitable la sensación de estar ante una de las mejores canciones que AC haya escrito. La autorreferencia, además, sirve para pintar este momento de Andrés, que parece encerrar una declaración de principios sobre este disco al decir que “no son mujeres ausentes, no son canciones urgentes, no son cuchillos en los dientes”, el concepto-guía de obras de hemorragia compositiva como Honestidad brutal o El salmón.
En el pensamiento general de La lengua… por otra parte, entra a tallar la presencia de otra cabeza, que de ninguna manera se limita al terreno de la producción. El hecho de que vuelvan a tocar juntos dos Abuelos de la Nada tiene incidencia capital en el resultado: Cachorro López no solo vigila todo detrás de las perillas, sino que se calza el bajo y colabora en la escritura. Y entonces se entiende la soltura y placer del protagonista, que siempre consideró a los Abuelos una escuela inolvidable de la música y de la vida. No se trata de similitudes estilísticas: el goce que solía liberar la banda encabezada por Miguel Abuelo se hace plenamente presente en títulos como el vibrante rhythm’n’blues “Sexy y barrigón” o el tropicalismo de “Comedor piquetero” y “La espuma de las orillas”, envase de otra declaración adecuada a estos tiempos: “Vengo liviano, como la espuma de las orillas/ a contramano de la resaca de carnaval/ mi sentimiento va a durar, el fuego no me va a quemar/ ya no tengo espinas clavadas en el corazón”.
Y ahí está otra de las claves: en los pasillos del rock argentino suele ser tema recurrente lo que sucede cuando los artistas se enamoran y empiezan a ser bien tratados por la vida. Ambas características se cumplen en el presente de Calamaro, padre y esposo feliz, artista reconocido por sus pares, la prensa y el público. Pero ni siquiera las canciones más explícitas se acercan a la frontera de lo baboso al pedo: “Cada una de tus cosas”, con el aporte de Leo Sujatovich en cuerdas, la preciosa “De orgullo y de miedo” o “Soy tuyo”, más cercana al erotismo que a la postal prefabricada, son canciones de amor que no producen vergüenza ajena, emotivas sin sensiblería. Andrés, que las canta sin impostación ni afectaciones, les da intensidad, espesor, credibilidad. Y para demostrar que no es obligatorio que una canción de amor deba ser una balada, allí aparece otro ejercicio autobiográfico: “Parte de mí no cambió y a la vez/ Ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás/ Qué subidón, qué momento ideal/ encontré la mitad del amor”, dice más tarde, junto a un coro multitudinario que es pura adrenalina, invita a acompañar a los gritos y, sí, trae a la memoria otro de los legados de Andrés, el de su aventura española.
Es que el gen Rodríguez también dice presente, y no podía ser de otra manera. No solo en “La mitad del amor” o “Los chicos”, nostálgico pero furioso rock de apertura que alguna vez se llamó “El loro”. Otro de los clásicos instantáneos de La lengua… podría tranquilamente presentar a Ariel Rot como invitado: “Mi gin tonic” no desentonaría como segundo single y tendría el mismo poderoso efecto, otro estribillo que se hace amigo del oyente y lo invita al juego de ser el cantante.
Así, con sus canciones y sus aliados –Cachorro, Juanchi Baleiron, Tito Losavio, Gringui Herrera, Guillermo Vadalá, Dany Avila, Sebastián Schon y más–, Andrés ejercita una lengua inevitablemente popular, que conduce naturalmente al cierre abuelesco de “Mi Cobain (superjoint)”, con referencias como “Argentina, te dieron anfeta de propina” y “Los leones parecen olvidarse que nunca fueron vegetarianos”. La buena vida no hizo vegetariano a Calamaro, que en La lengua popular muestra sus mejores garras de songwriter. Malas nuevas para quienes no lo soportan. Excelentes noticias para los que disfrutan la paradoja de que, a diferencia de la vida, todo se resuelva en tres minutos. Y cantando. Que viva la lengua, la lengua popular.
http://www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html (o buscar en tres amigos)
http://www.diariometro.es/es/article/2007/09/19/08/1308-53/index.xml
El arriba firmante Fabregat nos recuerda como puede ser una critica de un disco. Como contarlo sin frivolidad, sin picar carne celebre, sin nada superfluo, sin seguir corrientes urgentes, aportando datos, guia y opiniones propias … En una epoca en donde la urgencia invita a los comentarios reaccionarios permanentes, a la pedanteria de los perdedores y a la urgencia por gritarle a los cuatro vientos que no te gusta nada. Tomen nota porque todos hay (habra) mas discos que dias para escucharlos … y por que si.
Antes, y desde la patria socialista, la coctelera nos brinda un analisis de aquellos que hacen epoca …