GUADALAJARA
volvemos donde empezamos ; tanto room service life style me recuerda que a Mexico hay que conocerlo en los mercados y comiendo en la calle , de todos modos : menos mal que existe esa corteza cultural que es el rock, gracias a lo cual podemos venir y hasta repetir en Guadajara … Queretaro no fue sencillo, aunque el ballroom donde tocamos era un sitio muy autentico; hacia calor, sumabamos muchas horas de viajes, probablemente la altura afecte un poco … y la edad (aunque otros con veinte años mas siguen derrochando energias on stage), de todas maneras le pusimos lo mejor que tenemos para que sea un buen concierto y, presumo, lo conseguimos; a veces remar un poco ayuda a que uno no se relaje y la musica salga bien, seguro que hay yatubes testigos, y testigos … Hoy volvemos al xtc tapatio, hace pocos meses llenamos el teatro diana, espero que hoy el respetable nos honre con su presencia ..
pues eso … vengo de comprar mis artesanias, mis calaveras y diablitos, algunos instrumentos de percusion que estaba necesitando para el show, y cosas para los seres queridisimos …
that´s it
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Salmón inolvidable (x melendez)
La euforia en todas sus modalidades brotó por poros y garganta de los
seis mil asistentes.
Dom, 21/06/2009 – 07:03
Esta vez, el argentino ofeció un concierto con menos furia y más luces. Fotos: Público
El fenómeno del éxtasis genera lucidez plena. Casi la totalidad de los asistentes al Auditorio Telmex entraron en plenitud máxima ante la presencia de uno de los músicos argentinos de culto más legendarios de los tiempos modernos. Contrario a su anterior visita en octubre del año pasado, Andrés Calamaro optó en esta ocasión por matizar su espectáculo sonoro en lugar de arremeter con furia desequilibrado en guitarras como un salmón nadando a contracorriente. Hasta se dio el lujo (o placer) de tocar las claves y el pandero, aparte de mantener un diálogo mínimo con los asistentes. Pero con sabia sapiencia musical aupó sin problemas el ánimo general hasta llevarlo al punto de ebullición en cada metro cuadrado del recinto, además de generar una empatía con el público —sobre todo en que se encontraba en la zona general de pie, la zona más cercana al escenario— que se mantuvo de principio a fin.
Cuando el reloj marcó once minutos después de las nueve de la noche, Calamaro salió a escena acompañado por Candy Caramelo (bajo), José “Niño” Bruno (batería), Diego García (guitarra, coros), Julián (guitarra), Tito Dávila (teclado) y Geny (guitarra), para soltar los primeros acordes de “La parte de adelante”. Aunque la voz de Calamaro en las primeras canciones se escuchó con un leve carraspeo —e incluso sin el matiz característico de su coloratura—, con el paso de los minutos fue tomando forma como si un embrujo celestial fuera curándole las cuerdas vocales.
Tras las rigurosas palabras de “Gracias, muchas gracias”, Andrés prosiguió su festín sonoro con “Carnaval de Brasil”, “Mi gin tonic” (donde le aventaron unos lentes al escenario que recogió y colocó arriba de sus gafas negras habituales), “Donde manda marinero” y “Media Verónica”. Otra diferencia capital fue que para esta ocasión trajo un juego de luces más completo y tres pantallas de LED’s, donde pasaron imágenes en blanco y negro del concierto, fotogramas del planeta tierra girando en la inmensidad del espacio, destellos solares que fulguraban en variadas tonalidades de rojo y cascadas de puntos luminosos.
Tras “Elvis está vivo” y “Todo lo demás”, Calamaro ofreció una probadita de un jam de blues que alargó tras comentar “¿Hacemos poco más de blues?”. Después, llegó un himno generacional, “Día de la mujer mundial”, que tuvo como introducción y final los acordes del místico tema de “Stairway to heaven” de Led Zeppelin.
Como ya es su costumbre, la parte central de su presentación estuvo dedicada a los devaneos melódicos del tango. “Jugar con fuego” y “Los mareados” fueron los temas que metieron al público en una introspección llena de bella complicidad. Las notas al piano y a contratiempo de Tito mecieron las cabezas y el alma.
Al cierre de esta edición, Calamaro y su grupo brindaban con caballito de tequila en mano, antes de continuar con la parte final de su concierto. “México es mucho”, gritó el músico argentino antes de interpretar “Me estás atrapando otra vez”. De nueva cuenta Calamaro mostró que es una bestia que lo mismo muerde y ronronea dependiendo de la canción y la noche. Y sí, miles de tapatíos se aferraron a mordida y canto. Lo mejor fue que muchos terminaron derramando lágrimas de felicidad.
http://www.informador.com.mx/entretenimiento/2009/113350/6/musica-y-poesia-en-escena-con-andres-calamaro.htm