TEN YEARS AFTER
1) El legado
Hace diez años EL SALMON llego (navegando y nadando) a las disquerias (tiendas donde podiamos comprar nuestros discos preferidos, que ya no existen) /// Con estas sencillas palabras nos cantamos el cumpleaños feliz los salmones del mundo, con especial enfasis en aquellos que colaboraron con este estrepito conceptual musical rockero intelectual hedonista etico reventado y anarquista que, ahora se me antoja, fue la mejor manera de despedir un siglo y empezar otro !! Gracias Marcelo EL Cuino Scornik, fue una intensa y maravillosa aventura la que compartimos …
Ahora resulta que vivira para siempre !!
somos los salmones y nadar en la direccion contraria nos hace mas dignos, mas heroicos, mas fuertes, mas nobles y siempre tenemos razon !!
2) La gran noche …
Mientras que Paul McCartney tocaba por segunda fecha consecutiva en Argentina, Andrés Calamaro abría su show en Lima entonando las primeras estrofas de “Let it be”, para luego continuar con “Jumpin’ jack flash” de los Rolling Stones y con “El Salmón”, haciendo cantar a los miles de presentes. Así comenzó una noche prometedora donde Calamaro ofreció sus temas más clásicos como “Flaca”, “Mi enfermedad”, “Sin documentos”, “All you need is pop” y “Mil horas” en versión cumbia, además de otras sólo reconocidas por sus fanáticos, en un concierto de más de dos horas de duración.
Luego de tocar “Let it be” por tercera vez, aprovechó para rendirle unas palabras de homenaje a McCartney. “Gracias por ese legado tan hermoso que llevó al rock a un nivel musical y cultural tan grande”, dijo. Hubo más homenajes a canciones clásicas. Tocó “Black dog” de Led Zepelin, “No woman no cry” de Bob Marley y “Everybody needs somebody to love”.
LA PRIMERA parte del concierto terminó con “Paloma”, emocionando a todos. Luego cogió la bandera peruana, se envolvió en ella y se arrodilló. La ovación fue tan grande que el grupo tuvo que salir junto con sus músicos hasta en dos ocasiones. Definitivamente fue la noche
3) Este Buho
Este Búho ingresa al túnel del tiempo, en momento que entro al Jockey Club para ver a Andrés Calamaro. En esas dos horas y media de concierto, miles de asistentes volvieron a recordar la edad de la inocencia. Había cincuentones, cuarentones, treintones, veinteañeros y hasta quinceañeros. Muchos de esos chicos de 20 abriles no habían nacido aun cuando este Búho de esa edad repetía, una y otra vez, en mi vieja grabadora aquel casete importado de Argentina de “Los abuelos de la nada”.
Allí estaban músicos consagrados como Miguel Abuelo, Gustavo Bazterrica, Cachorro López, Daniel Melingo, Polo Corbella y un chibolo llamado Andrés Calamaro. Ese casete era una joyita, me lo había prestado mi amigo Roberto del Águila, el hoy gerente de comunicaciones de LAN. Recuerdo ese casete porque si bien Miguel Abuelo era la voz principal y el líder del grupo, fue el chibolo Calamaro quien coló el tema más bello y fue el hit del disco “Sin gamulan”. Miguel Abuelo, que murió de Sida en 1988, nunca fue mezquino y animó al muchacho a componer y cantar. De esa época fueron “Mil horas” o “Costumbres argentinas”, dos canciones que interpretó en el Jockey Club veinte años después. Porque a diferencia de otros músicos, que se resisten a interpretar los pegajosos temas de sus inicios, Andrés se prodigó y regaló canciones de todas sus épocas. Ebrio de emoción y otras provocaciones, pues fiel a su estilo, se dio un tiempito para sacar un “tronchito” y fumarlo al tiempo que se disculpaba porque no podía invitarle al público. También habló de la cocaína peruana y se relamió los labios. Por la música del Calamaro de ayer, hoy y siempre, circularan ríos de licor, sangre, pasión, decepción, amor, cantidades industriales de amor, del bueno, del malo, bares, hierba, humo. Los personajes de sus historias siempre se dan un momento para beber, para olvidar, para recordar o para llorar traiciones. Por eso, me pareció un contrasentido que, en el Jockey Club, se prohibiera la venta de cerveza.
Solo Calamaro y sus músicos la hacían linda arriba en el backstage para envidia de miles. El rockero es querido y sabe reconocer que en Lima tiene un público que lo idolatra. Al llegar habló de Teófilo Cubillas: “Fue el mejor de América en la época en que estaba Pele” recordó. Porque el maestro es justo con sus recuerdos, un nuevo tema de su disco “On the rock”, “Todos se van”, hizo un homenaje a los rockeros argentinos que partieron prematuramente. Las fotos gigantes detrás del escenario de Miguel Abuelo Peralta, Pappo Napolitano, Polo Corbella, el gran Luca Prodan de Sumo, y el más ovacionado, Federico Moura, de Virus, emocionaron al público, ebrio de natural emoción. Bob Marley (No woman, no cry), Paul McCartney (Let it be), Gardel (Volver), Led Zeppellin (Escalera al cielo), Mercedes Sosa/Violeta Parra (Gracias a la vida) y hasta Fito Páez (11 y 6) fueron versionados parcialmente para darle al concierto ese toque universal.
Andrés no estaba solo, no era mezquino y compartía con nosotros sus influencias, sus raíces, la música que perforó su corazón alguna vez. Se despidió tres veces y volvió a salir ante los rugidos del respetable. Ese hombre dadivoso, minutos antes, había entonado en “Sin documentos”, quiero ser el único que te muerda la boca/quiero saber que contigo la vida no va a terminar… ¿por qué? ¡porque sí!” Apago el televisor.