Ampliación del campo …

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Ampliación del campo …

Ampliación del campo …

Hace diez o quince años me dejaron un libro de regalo, era un libro escrito por Michel Houllebecq en 1993 y editado en castellano por Anagrama en 1999. Me fue regalado por un tal Dante C. que vivía en mi misma calle. Considerando ciertos detalles en su larga dedicatoria, tengo que suponer que tuvo esta atención conmigo antes del 2003, porque para entonces ya me encontraba desintoxicado en Madrid o en mi exilio poblano en la provincia de Ávila. Quizás incluso transcurrían las sesiones de grabación de El Cantante, conmigo sentado en la silla que usaba Paco de Lucia en sus grabaciones habituales. Y el libro me fue obsequiado en Buenos Aires. Antes.
Diez años después de la primera edición de la novela en Francia y mas de diez años antes de … ahora mismo.
Según cita el amable vecino, me ofrece su gratitud por dedicarle días de 72 horas a la hechura de canciones que “escuchan personas como el” y como yo, considerando que la hechura de canciones y su inmediata grabación domestica era algo que hacia por el simple impulso vital de hacerlo, sin mas destino que permitir a la música que fluya y servir de pista de aterrizaje a las canciones. El día que llegué a Madrid, en este, mi ultimo y mas reciente viaje desde Buenos Aires, me compre tres discos de jazz y la ultima novela de Houllebecq, que leí con placer, entre la risa y el agradable espanto que merece la ficción analítica de una Europa social y política que toma forma y se deforma hacia un futuro que parece haberse instalado en un presente continuo que no deja a nadie demasiado tranquilo. Sobre este particular se escribe mucho y muy bien. Me considero un confeso lector mediano. Aun a pesar de mi amistad con honorables hombres de letras, soy un haragán que desperdició décadas enteras apartado de la lectura constante, un pecado imperdonable que posiblemente alguien pueda perdonarme si es que importa que alguien -que no sea yo- persone semejante laguna en mis conocimientos por así decirlo.
Se porque no estaba leyendo, pero quiere hoy que la casualidad, cuya existencia no terminamos de demostrar aunque nos sorprenda con simulacros de verdad, haya depositado el libro de marras en mis manos. Estuvo en alguna parte hasta terminar en los estantes donde junto libros y música en mi casa de Madrid. Entre libros de satanismo mainstream, cosas buenas y lecturas irónicas: esos libros que se encuentran y no se pueden dejar pasar, por dar un ejemplo: una edición vieja de un libro filo nazi que compre de segunda mano y dos veces, quien sabe en donde o que condiciones. Anti libros viejos que pensamos que merecen amontonarse aunque no tengamos verdaderas intenciones de leerlos. Comprar un libro de conversaciones con Hitler es un sarcasmo contracultural, algo bastante corriente en la década de los ochenta: encontrar y comprar cosas absurdas pero con una estética bizarra que justifica todo o casi todo. También es el clásico rescate de una venta de segunda mano, un rastrillo o mercado de pulgas.
Ampliación en el Campo de Batalla (el libro) se instala entre mis futuribles lecturas, junto con las memorias del editor de José Bergamin y los dos libros de literatura argentina que leo, alternativamente, a diario.