Caperucita La Roja

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Caperucita La Roja

RR: Cuando las elecciones municipales se vislumbró una realidad que deberíamos haber evaluado con anterioridad, después del varapalo de la sentadas y unas elecciones perdidas invariablemente, el obrerismo necesitaba recomponerse mediante una lectura de los acontecimientos a toro pasado.
FCH: Entonces buscaron un aliado que sea, al mismo tiempo, un critico feroz. La única opción posible para salir de una situación delicada: habiendo perdido fuelle entre próximas generaciones de votantes que ya no verían con buenos ojos la tradicional marca obrera y española.
RR: Y fue Caperucita La Roja. Un cordero con piel de lobo para asustar viejecillas en el barrio de Salamanca sospechado de bolivariano.
FCH: Un plan astuto y perfectamente político a dos bandas: dejar las cosas como están con un candidato vulnerable a las criticas de Caperucita La Roja que, como corresponde a los tiempos que corren y vuelan, se presentaría como critico implacable de su socio adversario, con la fuerza y convicción de los panelistas de televisión.
RR: Fueron de la mano a las municipales y conquistaron Madrid pero dando la impresión que era el obrerismo el de las agachadas, y Caperucita la implacable e intransigente conciencia popular, la voz del cambio en mangas arremangadas de camisa. Obviando lo obvio.
FCH: Lo obvio: un melenudo para contrastar con el acartonamiento de una clase política liderada por el gallego tranquilo de la mandíbula saliente.
RR: Ni con las municipales encima ni a toro pasado, el gran publico (que tiene el defecto de ser grande pero miope) no vio pasar la burra, lo evidente. Caperucita y el lobo son la misma persona o por decirlo de otra manera: caminan juntos hacia la reconversión del obrerismo en una propuesta potable como lo fue durante una gran parte de la historia democrática de La Piel.
FCH: Que son cuarenta años, transiciones mas o menos.
RR: El obrerismo supo interpretar las demandas de una porción del pueblo que tradicionalmente tenía cautiva, de una forma u otra tenían que recomponerse en la era digital y después de haber desdibujado su credibilidad para un electorado que sufre de Síndrome de Estocolmo pero propenso a rebelarse contra sus secuestradores. La insoportable levedad del enamoramiento liviano.
FCH: Un Síndrome de Estocolmo distinto porque no es Estocolmo.
RR: De la misma forma que el pueblo indeciso daba la espalda a la gestión obrerista de gobierno después de un estallido critico (algo así como el corralito español) le están dando la espalda a la gestión marianista (o mariana) por los estertores de la crisis del dos mil siete, le cargan con la pesada herencia de la década de los noventa y sus lavatorios de millones.
FCH: El arponero parece preocupado por estabilizar la barca digital que estaría haciendo agua en un momento inoportuno, y ofrece el protagonismo a los de siempre: El Paisaje que considerábamos en quiebra o vendidos al mejor postor. En cuanto al empoderamiento del debate electoral se comportaron con prepotencia, como si el mundo de los desayunos girase aun en torno a un Paisaje que ya no es el mismo.
RR: Buen análisis del panorama periodístico local. Solo faltó mencionar a esa triple mancuerna dispar que es la del periódico razonable, la gran tuerca y el canal de los obispos; tres que conviven a la vista de un publico que sin embargo traga una convivencia imposible que solo puede responder a un razonamiento empresarial decididamente pragmático a rajatabla.
FCH: Mientras tanto, Caperucita La Roja sigue su marcha implacable. Me temo que tengan el pescado vendido con el obrerismo y todo esto sea un espejismo.
RR: Espejismo … espejismo.
FCH: Y la carroza de convirtió en zapallo a la medianoche del día veinte.
RR: Caramba