Despertando en Pamplona Iruña
21 de mayo:
Despierto soñando en un hotel en Pamplona. Sigo durmiendo y soñando. Vuelvo a despertar pegajoso de los sudores de la noche. Consigo agua para los mates. Anoche fue un recital formidable, en su punto optimo de concentración e inspiración; confieso haberme encontrado comido cantando y me encontré emocionado en mas de una oportunidad. El respetable nos despidió de pie y con repetidos aplausos que nos invitaron a volver y seguir cantando. Cuando nos fuimos del escenario del Baluarte seguían aplaudiendo de parados como si no se quisieran ir nunca. O como perfectamente satisfechos por lo escuchado y lo visto. Me inclino por esta segunda opción que me parece razonable y formidable. El publico buenísimo de anoche interrumpía ocasionalmente una canción con un aplauso pero la tendencia era de escuchar con atención hasta el final, verdad que algunas estrofas y solos instrumentales fueron saludados con complicidad y animado aplauso en medio de mas de alguna canción. Hubo mucha complicidad entre el soberano publico y nosotros, también con aquello que dije que fue mas bien poco. Saludando el honor de Pamplona como reducto de respeto intacto a la tradición taurina y haciendo hincapié en la solidez de los san termines como icono intocable de “la fiesta”. También brinde con seriedad por la salud de El Pana, el excéntrico torero mexicano que pelea por su vida en una lucha desigual que probablemente le deje inmóvil si sobrevive. Vi a este peculiar torero porque había escuchado hablar de el, de su llamativo estilo y de su legendario brindis a las meretrices. Mis propios gestos “toreros” (anoche) fueron saludados con algarabía, y algunos momentos intensos (de música) fueron celebrados con pequeñas ovaciones de parte de un publico que se presento en cantidad y en calidad en el formidable auditorio, una sala preparada para conciertos de música clásica como todas en donde, de momento, nos estamos presentando. Al repertorio le agregamos Ansia en Plaza Francia, e instalamos Cuando T Conocí que habíamos estrenado en Valladolid hace una semana. También mencionar la oportuna aparición de un espontáneo tocando la flauta txisu en Flaca, fue celebrado con aplausos cerrados. Celebro la importante brecha que existe entre el espejismo virtual (una masa informe que comenta como obligada por una fuerza extraña, un grupo indeterminado de personas sometidas a una rara especie de esclavitud tecnológica que parece abstraerlos de cualquier asomo de actividad cultural o intelectual) y la gente real: en carne y hueso; aquellos que se presentan delante de uno y mirando a los ojos del prójimo. Codo a codo compartimos un instante en la calle o dos horas de un concierto/recital de música y la (viva) la diferencia es importante y muy digna de mencionar. Entonces, en el mundo real (que también es cruel y desigual como mundo que es) prima y se impone el respeto, la atenta cordialidad, la entrega y una mayor tolerancia que parece haber desaparecido de sitios en donde la gente se reúne a escribir sin mirarse, sin saber quien es el otro, con la irrecuperable sensación de tribuna inexistente, escribiendo para nadie, opinando para nadie, sentenciosos en la soledad de un teclado. Como yo en la soledad del cuarto del hotel, escribiendo para la memoria.