Una última estación.
Quizás es momento de considerar la realidad: Mi casa son los escenarios donde actuamos, las pruebas de sonido, las esperas aburridas en los aeropuertos y los días libres en el hotel. Y mi familia próxima son mis compañeros de carreteras, aquellos que atentamente conspiran conmigo para que los recitales salgan perfectamente bien y ahora pueda escribir para contar que esta noche, que fue la última estación de esta gira panamericana, también me traigo muy buenas sensaciones del escenario … Lógicamente fue una noche para la melancolía de aquellos que se despiden. No sabemos cuando nos volveremos a reunir para ensayarnos un poco y volver a girar, pero sabemos, la lógica gobierna, que esta noche en Asunción fue la última parada de una gira buena de casi veinte conciertos entre San Francisco, en los Estados Unidos y hoy en el Paraguay. Una vez mas, como presagio… tal vez, empecé -cantando a pelo- los primeros versos de El Incomprendido de (o por) Ismael Rivera, el príncipe portorriqueño del son. Poderosa estrofa que dice: “Yo, creo que voy solito a estar … cuando me muera. He sido el incomprendido, ni tu ni nadie me ha querido: tal como soy” … Palabras que encierran una realidad poderosa con la que me encuentro en esta (la) habitación de hotel. En casa nadie me espera y en este último mes largo siempre me estaban esperando: los músicos para tocar juntos, los asistentes y operadores (etc) para cuidar que el escenario esté impecable para cantar y sonar bien … Como cada noche, terminamos de tocar y nos juntamos a cenar. En esta, la última cena, fui obsequiado con un regalo de fin de gira (de parte de todos mis compañeros): una elegante bata de seda y poliéster con el bordado de un salmón colorado en toda la espalda. Para romper el hielo (es una forma de decir) conté que “el suegro de un amigo vino al Paraguay por seis meses para encontrar novia. Yo, en tres días, me voy con un iPad …” Es una parábola que no tiene porque alertar a los funcionarios de aduanas. Lo cierto es que viajé con una valija llena de ropa y el porta-trajes con la ropa para actuar, tres trajes y sus respectivas camisas. tres “ambos” que compré en el Corte Ingles de Serrano, en Madrid, dos camisas italianas y una de Comme Des Garçon vintage que compré el siglo pasado. Y así me vuelvo. El recital fue muy bueno y estuvimos perfectamente arropados por un público que vino para olvidarse de los teléfonos (el mensaje finalmente llegó al respetable) y escuchar con respeto, aplaudir en profundidad y cantar conmigo las canciones que elegimos para el último tercio (de tres) del concierto. Se entiende, quisimos terminar tocando bien, con inspiración y alegría, aunque ya con cierta no disimulada nostalgia porque, con sinceridad, quise agradecer a todos desde el escenario y reconocer que, así es la vida, estos escenarios se convirtieron en (lo mas parecido a) el único hogar en donde siempre alguien me espera. Un solitario que, en una curva de la vida, fue alcanzado (temporalmente quizás) por la soledad … Entiendo porque hay músicos que me llevan veinte años y siguen de gira aunque estén hechos pudiendo retirarse cómodamente. Porque Johnny Guitar Watson murió con las botas puestas … Como Allen Toussaint, a quien fuimos a ver en Madrid donde termino sus días terrenales apenas una hora y media después de cantar. O Atahualpa Yupanqui, que fue a dormir una siesta eterna después de una prueba de sonido en Nimes … Como me estoy poniendo un poco tremendo, recordar con alegría genuina este trayecto por la espina dorsal andina de América y dos últimas paradas en Montevideo y Asunción (dos corazones del sur de América del Sur). Empezamos esperando -día por medio- los vuelos interiores en Bogotá, porque recorrimos cuatro ciudades: de Barranquilla al eje cafetero: Pereira y Manizales, para terminar en Cali donde compré muy interesantes discos de Salsa buena (de estricta segunda mano) … Después ofrecimos los que sin dudas están entre los mejores recitales que servidor haya ofrecido en Quito, tres noches en Perú, otras tres en Chile … Las dos en el SODRE de Montevideo y esta noche en un muy buen teatro en Asunción … No estoy seguro cual fue mi primera gira, probablemente aquellas dos fechas en Córdoba tocando “Un día de Paseo en santa Fe” con quince años… o aquellas salidas semanales para tocar -en la región de Santa Rosa y aledaños incluyendo el Alto Valle y la pre cordillera neuquina- con Los Plateros sus éxitos memorables … También pasaron muchos años desde las lindas -pícaras y aventureras- giras con Los Abuelos en Argentina o, diez años después, los años de giras por España con Los Rodriguez … Hace veinte años empecé a girar con los grupos de dos o tres guitarras … siempre con espléndidos músicos que cantaron conmigo y pusieron todo en cada escenario …En los últimos compases del milenio terminabamos de tocar en el Gran Rex de Buenos Aires y lo celebrabamos todos en mi casa del barrio de Recoleta … no faltó de nada … Hasta escribí una canción de despedida que interpretamos la última noche de una serie de recitales buenos en diciembre del último año del siglo veinte. Entonces interrumpí las giras por cinco años y llegué a pensar que, el de las giras, era último tren que había pasado para mi … Pero hace doce años volví a los ruedos y prácticamente no dejé de actuar ningún año hasta ahora … Hoy recordé mi encuentro con presos paraguayos “de categoría” en una “visita especial” a la Carcel de Villa Devoto, también conocida como Devoto o “Canadá”. Fue en aquel encuentro cuando me percaté de el gran capital originario de este jardín de América … Hasta doce dialectos diferente se hablaban en la finca de mi interlocutor guaraní. Una antigua estancia de tanino a setecientos kilómetros de Asunción. Y nada mas. Será entonces hasta la próxima estación del destino. Y las giras. Espero repetir con todos estos mismos camaradas porque las sensaciones fueron buenas, de gente buena, enfocada en hacer juntos una gira de calidad humana, artística y técnica. Me consta que lo logramos una y en cada una de las ocasiones en que armamos un escenario y tocamos. Mejor me despido con un “hasta luego”. El tren de canciones llegó a la última estación del camino. Continuará.