Martin Perez
Escribe Martín Perez
Ando como el perejil
condimentando el potaje
…
Creo que una de las razones para armar el último Música Cretina cosecha 2018, un no-programa lleno de nuevas canciones de clásicos cretinos, fue este “Diego armando canciones”, un temazo de Andres Calamaro. Es el que mejor brilla en su nuevo disco, “Cargar la suerte”, muy en la vena yupanquista que tan bien había habitado con “La libertad”, aquel himno post salmon que terminaría asomando en “El cantante”. Y el vínculo es menos caprichoso si se tiene en cuenta que “Cargar la suerte” ha terminado marcando el regreso de un Calamaro con plenos poderes, con las manos llenas de rimas y versos, en vena casi de fin de siglo pero esta vez sin kriptonita, apenas con la compañía de sus amargos de sol a sol, los discos ajenos de siempre y tambien los de hoy, y las ganas diarias de cocinarse su propia comida. Alguna vez Andrés explicó que, después de su regreso de las selvas camboyanas, Limón le había devuelto la música, Bersuit la confianza, Litto la humildad y Cachorro las canciones. En el último tiempo, sin embargo, su ruta se había separado en dos caminos paralelos, bien ejemplificados en sus dos discos previos, el “Romaphonic” y “Volumen 11”, ambos editados el mismo año, uno vinculado a lo que Javier Limón suele llamar la gran música y el otro más de sala de ensayo rockera. Una puja que “Cargar la suerte” resuelve fantásticamente, aunando ambas sensibilidades en una sola, con su responsable abriendo los brazos como en el dibujo de portada, entregado y desarmado, descubriéndose como una misma persona, musical y rockera. “Para qué aburrir el termo/ con el agua casi hervida”. Hay mucha tela para cortar en “Cargar la suerte”, grandes temas para ir descubriendo y también vínculos con su propia obra, pero lo que más celebro es que parece haberlo liberado. Cuando se hablaba de dos discos, uno con los grabaciones de sus últimos shows en vivo (algo así como un Rompahonic redux) y otro de duetos recorriendo con invitados ilustres toda su discografía, “Cargar…” apareció de la nada, pidiendo pista, como si las canciones hubiesen elegido a su autor y no al revés. Recuerdo que durante el año pasado estuvimos escribiéndonos para una entrevista que me habían encargado de la revista del diario El País español. La nota no salía porque en realidad no había mucho que contar (o al menos que quisiese contar), hasta que, a fin de año, ante la inminencia de su aniversario numero 40 con la música, encontramos algo de qué charlar. Pero mientras el artículo empezó a girar alrededor de ese contundente número redondo y el inminente álbum de duetos que estaba terminando –lo produce Carlos Narea, y el último invitado de una larga lista que sorprenderá a muchos, nada menos que Milton Nascimento, se grabó por la época del viaje a Los Angeles a registrar los nuevos temas–, sus respuestas empezaron a aflojarse y extenderse, como mostrando una sonrisa de satisfaccion: no sólo había nuevos temas, sino que lo estaban dejando contento. Al punto de que un día, entre los mails que iban y venían, sin aviso llegó una letra, esta letra, la de “Diego Armando Canciones”. Cuando me atreví a preguntarle si podía incluirla en la nota, me dijo que no pusiera la parte del estribillo, porque el nombre del tema estaba siendo considerado como título de ese próximo disco que aún no tenía forma, y ni siquiera canciones, solo letras. Letras profusas y de mano abierta, que seguían llegando y pidiendo pista día a día en sus sesiones de composición junto a Germán Wiedemer en Benavídez. Había disco, terminó confesándome para publicar, aunque sería recién un disco después. Pero no hubo caso, las canciones querían salir y hubo que dejarlas: había disco, sí, y además era sería el próximo, o sea éste. Brindemos entonces por “Cargar la suerte”, por un Gauchito Nuevo que confía en sus poderes y además es capaz de abrir los brazos, por ese “para qué quiero enemigos, si tengo tantos hermanos”. No se si lo estoy imaginando, o si realmente se trata del presente Andrés. Pero hay que saber disfrutar de semejantes regalos, y de creer en lo que merece creerse. Es la mejor forma de que algo efectivamente exista. Algo como, por ejemplo, este último Música Cretina cosecha 2018, en el que Diego armando canciones asoma casi al comienzo del Lado A, justo después de un Tom Petty que llega desde el más allá, bienvenidos todos entonces, que las canciones se armen, que el mas allá nos quede cerca y al mismo tiempo bien lejos, y que sigamos armando, porque los que desarman son demasiados. Pero nunca Diego, por suerte.