No soy rock, soy free!

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No soy rock, soy free!

Solo aquellos privilegiados serán capaces de percibir los grandes detalles del arte,  la grandeza sutil y profunda de la expresión humana. Sin dudas es el Jazz el genero musical revolucionario del siglo veinte y aquel que pone a prueba nuestra capacidad espiritual, intelectual y nuestro arco sensible cuando se trata de cuestiones que, desde el alma y la mente de aquellos que se lo inventan, llega a lo mas profundo de nuestra existencia sensorial.
Odean Pope, oriundo de Phillie, subió al escenario del Blue Note con James Carter, sin dudas un líder del jazz actual, y el sonido mas revolucionario y extremo que pueda escucharse desde hace 50 años; el primer sonido que arranco Odean a tu tenor fue de una intensidad que te hacer olvidar que el rock existe fuera de un ámbito adolescente, un agudo ronco que te removía el esfínter y te provocaba un aullido contenido de placer e instintos profundos; el primer numero fue un despliegue de potencia musical insólita. Que el Jazz siga evolucionando sin perder su mística y el sonido que revoluciono la música y la raza en el siglo veinte parece un milagro hasta que ocurre frente a tus narices. Nada anoche eran escalas habituales, ni standart  convencional; todo era intenso, rugoso, anárquico y free jazz gitano … No tenia previsto un primer “numero” con semejante potencia e intensidad musical; ese vuelo que algunos afortunados pueden percibir, la expresión humana pura y salvaje, silvestre, arrancando desde el alma y las mentes brillantes de los que pueden , los que saben y los que quieren. El segundo numero fue otra composición original de Odean The Pope también con solos de una base rítmica y armónica de alta categoría y verdad pura : Geri Allen, una pianista de una solidez y unos fundamentos extraordinarios, seguramente la mejor músico de la rama femenina tocando música sobre la tierra; el suave Reggie Workman, una delicia de contrabajista que no daba mas que placer escuchar y completaba la base rítmica con “Tain” Watts, que acompaño con una sabiduría y una perfección que bien le hace merecer el titulo de gran maestro de la percusión de jazz, porque sin pestañar sostiene estallidos de jazz infernal y dulzura en algun ocasional blues mas gentil aunque igualmente sobrenatural. El tercer plato del menú fue una balada blues (lo dicho) a cargo de Carter, que rozo lo indescifrable; dudo que oído humano haya escuchado semejantes sonidos soplados desde un saxo soprano; James Carter es el líder de los saxofonistas de su generación y (según los que saben) propietario de un sonido y unas técnicas que rompen el jazz como no ocurría desde la década del sesenta … Todo estaba dispuesto para recibir al mighty-mighty, al doctor, al maestro, a la leyenda Pharoah Sanders. heredero directo de John Coltrane , con quien toco en sus ensambles en la década del sesenta; Pharoah es un reservorio espiritual de sonido y un revolucionario de la música que no hace mas que demostrarlo aunque haya que ayudarlo a subir al escenario y, después del desempeño inverosímil de J. Carter se podía suponer que la parada para el muy veterano Sanders era complicada … Sin mediar palabra arrancaron con un trio ensamblado de saxos que fue una locomotora de potencia libre y soberana, Sanders tomo el escenario y lo hizo suyo desde el primer berrido de su saxofón hasta el ultimo acorde soplado por este trio de lideres de la libertad en este genero que representa lo mas revolucionario del siglo veinte, un código que pertenece a una raza y es patrimonio de la humanidad … Llegue al Blue Note pensando que en los años cincuenta hubiéramos estado viendo a Coltrane y tarde dos minutos en darme cuenta que el jazz esta intacto, mas atrevido y extasiado que nunca, que siguió evolucionando en la mente y el alma de los sobrevivientes. Dudo que Jimi Hendrix me hubiera impresionado tanto, pero tengo demasiado rock en las venas y es posible que Jimi me hubiera provocado una sensación similar de sorpresa y locura … El honor de estar escuchando a semejantes maestros, embajadores de tres generaciones de free jazz, de nuevas corrientes en la corriente y de una intensidad demoledora. Sin dudas he visto a dios y a satán al mismo tiempo … Pharoah -que necesita ayuda para subir al escenario- fue el dominador constante de un ensamble de jazz satánico, toco con dulzura una balada, “rompió” el saxo en mil diferentes posibilidades de sonido que escapan a la imaginación mas fértil y grabo un disco en vivo delante de mis ojos … (No midas tu status por aquello que no te gusta, ni juzgues. Es una perdida de tiempo inverosimil, estas tirando tu vida al gran tacho de basura de donde jamas se vuelve).  No soy rock : soy uno que abrió los ojos (del alma y de la mente) para escuchar al maestro, al doctor, al grande entre los grandes, al dueño de el sonido, al heredero y al padre de la música en su expresión mas libre, aquella que hace quedar al rock como una payasada que amamos pero no por eso es menos payaso.
La música de verdad, en su máxima expresión de vuelo y valentía … Explota en un escenario de dos x dos metros …

Si hay algo casi tan interesante como la música es “hablar de música” … Bien, es cierto también que los que “estamos en” la música no vemos la necesidad de aplaudir y gritar a la par del publico; este concepto me fue confirmado por Antonio Corbacho la tarde que lo conocí en el palco de Canal + en Las Ventas. “La gente del toro no damos oles ni aplaudimos …” digamos que me dijo. Yo entendí inmediatamente la idea. También agradecí la confianza porque, apenas si habíamos pronunciado alguna palabra de cortesía y ya me estaba confiando un poco de su inabarcable sabiduría. Aquellos que están “en el ajo”, que forman parte, que realmente entienden lo que esta pasando; no necesitan exteriorizarlo, ni participar en el ritual del publico gritando y aplaudiendo. Porque forman parte, porque perciben los detalles, porque son parte de lo que esta ocurriendo. Hasta que algún destello que escapa a la lógica de lo impredecible ocurre, entonces procede ponerse de pie y dar un grito de guerra y de paz, un simple “yes”, un “ole” murmurado en voz baja, o intentar con un grito que llegue a su destinatario, a quien te despertó el instinto, al provocador de la norma rota. Anoche no entraba en mi (mismo), no pude menos que compartir con mi compañera (prometida) lo que estaba sintiendo; habíamos llegado al Blue Note para ver/escuchar distraídos una noche de Jazz en New York, también porque el BN nos queda a metros escasos de el apartamento que alquilamos en Manhattan. Desde las primeras notas, un riff de saxos tenores como rinocerontes, acoplado a berridos salvajes de bronce, me di cuenta que estaba frente a una manifestación divina y mi música preferida, free jazz animado, conceptual, excitante, capaz de transformarse en melodía de blues, una descarga de sonidos insólitos, afro urbanos, como de animales metálicos, fuera de todo “chop” tradicional, alejado de las escalas standart, una sinfonía nocturna … Cada solo de cada músico; los saxos extraordinarios, un soprano sobrenatural, un piano de una consistencia artística inédita, la dulce suavidad del contrabajo y la mano deslizándose por el mástil del doublé bass, la maestra batería y, finalmente (después del tercer “número”) la aparición del mighty mighty, el doctor, el maestro. Sanders.
Que no dejo de soplar maravillas y exprimir registros que no escapan a tu concepto, Fue eso y vale la pena decirlo, abrirse la cabeza con nuevos conceptos una noche en la que no esperabas (precisamente) escuchar la música del futuro.