Paz
El caso de Pura sangre, la cajita feliz de Calamaro, es el más resonante por extensión, por el papel de las canciones contenidas, por conformarse inmediatamente en su documento definitivo en vivo, por la calidad del registro y el marco. El rebasado Hipódromo palermitano informa lo que inmerso en la marea no siempre está presente: que es el solista argentino más convocante e importante de los surgidos por las propias. Su estancia en Los Abuelos de la Nada lo presentó y sus andanzas con Los Rodríguez lo catapultaron, pero la brevedad de lo primero y la lejanía en que ocurrió lo segundo hacen distinto su caso del de Indio Solari o Andrés Ciro, que se valieron y se valen de Redondos y Piojos.
Calamaro (se) construyó una torre de Babel de canciones en un esperanto propio, que es una de las lenguas más habladas en Argentina, España, México, Colombia, Perú y Chile. Para corroborarlo, hay canciones interpretadas por el continente (“Maradona”, en Perú, “Me estás atrapando otra vez”, en Colombia, y más); y su affaire español está en otra edición, el CD Jamón del medio, simultáneo a este impecable combo en vivo, que hace lo suyo con la gira ibérica del Salmón.
Grabado en diciembre de 2013 y dirigido y editado por Vicente Linares, Pura sangre remueve en el cancionero internacional y popular de Andrés, aunque indagar en una obra tan vasta y registrar sólo una porción –que aún siendo de 27 piezas, es una pequeñísima ración de sus calamarescas rabas– siempre resulta injusto. Pero ahí están, y muy bien, “Crímenes perfectos”, “Tuyo siempre”, “Estadio Azteca”, “Paloma”, “Flaca”, “Los chicos”, “A los ojos” y “Canal 69”, interpretados por una magistral banda integrada por Comotto, Wiedemer, Kanevsky, Domínguez y Verdinelli. Así nada puede salir mal.
Luis Paz