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Escribe Sandra Faginas, para La Voz de Galicia
Siguiendo aquella magnífica canción que le dedicó a su colega Maradona, podría decirse que Calamaro no es una persona cualquiera, visto lo visto esta semana en su paso por El Intermedio. Andrés se ha ido configurando un personaje que para las entrevistas es un filón, o bien sale con su «matesito» o con esa combinación pintiparada de gafas de roquero y traje sastre. Dando sentido a la desfachatez grandiosa de quien pudo haber protagonizado Nueve reinas y salir airoso de cada uno de los embustes. Si la televisión se hace de grandes momentos, como aquellos magníficos de Fernando Arrabal y su milenarismo, Umbral y su libro, Fernando Fernán Gómez y su «alamierda» o Miguel Bosé pingando su resurrección con Mercedes Milá, hay que hacerle un enorme hueco a Andrés Calamaro. Quien le ha dado la más alta definición a la expresión hacer un Diego, el Cigala. Un canto, o mejor cante jondo a la improvisación venida del desbordamiento emocional surja de donde surja. Ver a Calamaro desdoblado en ese ser achiclado, estirando las frases hasta los límites de la comunicación, jugando con los tiempos televisivos y minutándose como un decadente snob, capaz de citar a Vicente Huidobro en prime time no tiene precio. Desde aquí vaya un gran aplauso a contracorriente, sin cigala, a Andrés, el Salmón.