Mañaneros
RR: Desperté soñando dos veces en medio de la noche, una vez me levante para comer algo dulce y servirme algo fresco. No recuerdo que estaba soñando, no era nada personal, no eran pesadillas vívidas, nada hacia suponer que eran sueños especialmente conmovedores o incomodos, pero la sensación de despertar soñando siempre me conmueve un poco, o me agobia … Es un estado de información que no puedo definir ni descifrar. Volví a dormir sin dificultad para volver a despertar soñando, y por la mañana desperté cuando la bellísima Supernova salía temprano hacia sus clases de interpretación. Soñando de nuevo. Volví a dormitar y soñando hasta que finalmente me decidí a empezar el día, cebándome un termo de mate amargo, escuchando repetidas veces el mismo disco de Bill Evans, terminando de leer un libro, contestando correos y escribiendo un poco. El desenlace de una novela, en este particular caso la que estaba leyendo, siempre nos deja un poso de sensaciones y pensamientos. La literatura nos compromete con el sentido de vivir y con otros conceptos que ahora mismo prefiero no recordar en tertulias aunque se hayan instalado entre mis pensamientos inevitablemente.
FCH: Intentamos adaptar las cuestiones profundas que plantea la literatura a nuestra vida propia, la cotidiana y la trascendental. o resistirnos. No podemos asumir del todo un papel de lector distante porque no es la razón de la literatura. Habría que elegir otra clase de libros que nos aíslen de los pensamientos existenciales.
RR: Aunque se diluye la sensación de los sueños, el componente guaraní químico de la yerba mate se filtra en mis venas y altera sutilmente mi sistema para despertarme, librarme de las inquietudes oníricas y alterarme un poco como lo haría un dosis alta de cafeína.
FCH: Las armonías de Bill Evans también conspiran y colaboran con una sensibilidad que, apenas al mediodía, ya esta en marcha.
RR: Caramba