Comprar Discos
Comprar discos
Comprar discos no es una alegoría al consumo porque es mucho mas que eso. Un caballero necesita de sus buenas costumbres, de algunos básicos en su armario y tener lustrados los zapatos, no equivocarse con ciertas cosas, elegir bien los calcetines y el lugar donde va a tomarse vacaciones. También se trata, lo del caballero, de actitudes con la gente y hacia la vida, en particular y en general. Comprar discos es un ejercicio permanente, aunque no compremos las novedades y mas allá de los formatos aunque, negarlo tampoco viene a cuento, algunos son mas nobles, algunos son mas caros y algunos presentan problemas propios del formato. Un disco siempre fue un disco aunque un compacto también es un disco en cuanto a que es redondo y plano. Lo que importa es la variedad, el contenido, los motivos y motivaciones, el placer y ciertos códigos de sentido común que tampoco importa negar que existen. Considerando mis ultimas experiencias en la conquista de música envasada tengo que concluir resignado que algunas de mis costumbres cambiaron, quizás perfeccionándome en este placer imponente que es comprar discos, una gesta que escapa al consumo tradicional y puede emparentarse con el coleccionismo de arte o a la exclusivista compra de ropa. Para empezar confieso que no me siento atraído por los discos de rock aunque entiendo la gracia de volver a un disco viejo que hace tiempo no escuchamos, esto tiene fondo sentimental pero no siempre nos vamos a encontrar con música interesante ni mucho menos a descubrir. Las ediciones americanas de segunda mano, llegan de a montones embaladas a las tiendas de discos de Europa (a las buenas) y a un precio razonable. Pero hay que tener ojo y suerte; muchos de estos ejemplares provienen de colecciones que alguien vendió por necesidades propias de la vida. Una edición americana original siempre es apetecible pero no justifica pagar el doble -por ella- que por un disco nuevo, a menos que sea una antigüedad en impecable estado. Es un viejo disco de segunda mano y deberíamos pagar menos de lo que cuesta un disco nuevo (impresiones flamantes en plástico de 180 gramos con nuevas técnicas que evitan el corte de acetato) y sonido impecable. Además estas colecciones están bien cuidadas pero muy usadas, solo así se explica que se hayan podido vender. Pero los discos de los años setenta se escucharon miles de veces hasta llegar a esta época, razón por la cual es muy posible encontrarse con la clásica fritura que no se ve pero se escucha perfectamente. Un disco de segunda mano debería responder a una edición imposible de conseguir en mejores condiciones o sumar virtudes de valor contrastado. Es como comprar un coche usado y creerse a rajatabla que “solamente lo uso una anciana para ir a la esquina una vez por semana”. Tampoco me atraen particularmente las ediciones de los años ochenta, concretamente las argentinas o españolas, porque no suenan ben, el plástico es dudoso (que sea negro no significa que sea vinilo virgen), los cortes de acetato eran crueles desidias para el sonido de la grabación. De ninguna manera justifica pagar por un disco viejo el precio de un disco de colección, son discos que deberían estar entre los saldos y las ofertas.
Escuchar cualquier cosa porque “el formato” solo se justifica por el extraño placer de compartir (escuchar) un disco que no escucharías normalmente en otro soporte considerado menos atractivo, pero desempolvar viejos discos vulgares y celebrarse a si mismo es un poco exagerado. En mi caso en particular me inclino por los discos de jazz grabados en la década de los años cincuenta (no soy hermético y puedo cambiar de registro cada dos semanas). Bien elegidas son grabaciones extraordinarias. Hay que advertir que algunos de estos discos se editaron con distinta portada en distintos países y por distintos sellos. Otro tema que querría contemplar si hablamos de comprar discos, es el transito de las grabaciones largas del formato digital a los cuarenta minutos que un disco negro comprende. Un disco doble es doble por concepto y por contenidos, es una apuesta valiente y rompedora. Pero cualquier grabación pensada para discos compactos es sensible de editarse en forma de doble álbum aunque no sea conceptualmente un disco doble, una doble obra, con el consiguiente recargo en el precio. Razón por la cual siempre prefiero formatos originales. No pagar un excedente equivalente a diez unidades de moneda fuerte es respetable pero también se trata de un artefacto doble de cuatro caras que, en realidad, fue pensado como un único programa musical. En esta época en la que se valora lo antiguo de los objetos, pero se desprecia a las personas de mas edad por viejos, los artistas podrían tener en consideración lo que siempre fue un disco tradicional. Un álbum de dos caras y no mas de cuarenta minutos. Y que un disco doble no sea una grabación larga, que sean dos discos con sentido, que se justifican mas allá del espacio necesario para editar en plástico fino. Mi hastío con el rock responde al contraste de la caricatura musical de el estrellato estrellado, cierta tendencia a la exageración que permitía el concurso de un publico entregado y la ingesta abusiva de sustancias y licores. En muchos casos, el talento musical supera ampliamente el factor leyenda o el mamarracho; pero hay que tener motivos para cambiar un álbum de excelencia musical por otra cosa. Sobran los motivos para comprar un disco con alegría, el que quieras. Aliento el consumo moderado y exagerado de música en sus formatos clásicos y, en el peor de los casos, en cualquier formato pero siempre con curiosidad, respetando la obra y a los artistas.
Apéndice: La semana pasada hice una compra por el cómodo imperio de la venta de artículos culturales por correo. Muy practico para aquellos que vivan una vida crediticia confiable y con fondos suficientes para darse pequeños gustos, en mi caso, musicales. O la compra del supermercado. Creo que fui conservador con mi compra, que debería llegar la semana próxima. John Coltrane & Kenny Burrel, Miles Davis en cuarteto y en sexteto, Bill Evans con Tony Bennet, Eccentric Soul, Sun Ra y dos libros de teatro que no voy a leer yo.
Este fin de semana se esta celebrando la Feria Internacional del Vinilo en Madrid, no es tan completa ni grande como la de Barcelona, que visite hace ya varios años, pero digamos que eran treinta tiendas de discos juntas en una superficie suficiente para instalar a los discos y a los adictos a la música. Llegue temprano, antes de las once de la mañana y me encontré con bastante gente. Mucha oferta de rock y unos disqueros de los Estados Unidos que eran, en teoría, lo mas interesante. Lo que había que ver. Es cierto que los disqueros de la Florida tenían un stock muy completo y elegido con un gusto mas americano. Los disqueros eran una pareja en sus sixties, eso redunda en menos heavy metal, menos punk, lógicamente menos rock español … Y ofrecían a la vista algunas piezas de coleccionismo severo, ediciones del primero de la Velvet (el de la banana) a precios desorbitados, u cosas asi. Decir que entre los discos de Jimi Hendrix encontré TRES ejemplares del LIVE en Monterrey Pop, un vinilo interesante porque es un lado de Jimi y un lado de Otis Redding. Yo lo busque durante muchos años, finalmente lo encontré no se en donde y ahí lo tengo, todavía entre mi colección que, es triste reconocerlo, sufrió bastante las mudanzas y los cambios de … vida. Ch … ch … ch …Changes.
Entonces los disqueros americanos ofrecían TRES de estos discos que tanto me costo conseguir. Confieso que me dieron ganas de comprármelo de nuevo pero elegí Savoy Brown y un disco de Thelonius Monk con orquesta. Seguí buscando, principalmente discos de jazz y encontré algunas cosas, aunque estas ferias se inclinan mayormente por el rock en sus vertientes. Tampoco encontré ningún disquero dedicado al blues ni nada de Hector Lavoe.
Muy buena la feria del millón de discos. Una autentica selva de música. Termine llevándome una reedición doble de Sanata y Clarificación (un disco difícil de encontrar en Argentina, de Rodolfo Alchourron, y reeditado por el inefable señor Vampi Soul), un disco de progresivo gallego (de Galicia), y cosas de Ornette Coleman, Roland Kirk, Monk, un clásico de Aretha Franklin (que compré porque toca Eric Clapton en una canción y lo debo haber comprado antes por el mismo idéntico motivo), y uno de Billy Preston, también alentado por músicos invitados de la talla de Sghuggie Otis y Stevie Wonder. También traje un disco de jazz comunitario de Detroit que compre por motivos que no sabría explicar y un disco del saxofonista Hank Mobley con Kenny Dorham en trompeta. A mi el que me gusta realmente es Kenny Dorham. Mobley no es un saxofonista que me guste especialmente, aunque es un prócer del Hard Bop Jazz y mi respeto es como tiene que ser, absoluto. Siempre sobra algo y siempre falta algo en una buena compra de discos. Aprendemos con los aciertos y los errores, y siempre nos quedamos con ganas de mas … Kenny Dorham.