Calamaro no para
By Walter Dominguez
Andrés Calamaro llega solo a la entrevista y producción de fotos con Clarín. El hombre al que lo “esperan multitudes afuera” (de su canción No son horas, de 1999) enfrenta el jueves caluroso en que Bob Dylan ganó el Premio Nobel de Literatura con apenas una funda de cuero curtido al hombro. Allí guarda, como el mejor de los secretos, su mate, su termo, su bombilla, su yerba.
“Estuve a punto de venir en bicicleta -lanza Calamaro divertido-. Me pareció que así ibas a tener un lindo prólogo para tu nota”. Su buen humor será una constante en toda la sesión. Y su faceta de animador-encantador se potenciará con cada uno de los que lo rodea (desde el fotógrafo hasta la maquilladora, pasando por el relacionista público del restaurante donde se hace la nota y hasta un fan venezolano que se enteró que su ídolo estaba por allí y le trajo un regalo).
Este 2016 que ya pronto nos tendrá comiendo vitel toné fue un año muy productivo y de intenso trabajo para el cantante. Publicó un libro (Paracaídas y vueltas), editó un disco (Romaphonic Sessions) y tiene otro listo para salir antes de fin de año. Grabó duetos con el fallecido Juan Gabriel, con Julio Iglesias y también un tema de Creedence Clearwater Revival (Long as I Can See the Light) para un disco tributo en castellano. Y hay más: compuso dos canciones para la nueva película de Alex de la Iglesia y colaboró en el nuevo disco de La Beriso. Y todo eso mientras gira en dos formatos; uno acústico, con el que llegará al Gran Rex el 10 y 11 de diciembre, luego de presentarse en varios teatros de provincias argentinas; y otro eléctrico, con el que viene de tocar en Asunción del Paraguay y con el que hoy se presentará en el Personal Fest.
Hace tres años que no tocás en Buenos Aires y casi dos que no lo hacés en la Argentina (Cosquín, febrero 2015), ¿cómo sentís este regreso?
La impresión que tengo es que hay algo que se renovó en el idilio entre este cantante y su gente, o hay algo que permanece. Pero no recuerdo que haya sido siempre así. Ahora me siento más querido y más esperado que nunca. Y sabemos que pasamos por momentos complicados para asomarse y tocar a gran escala. Estoy bendito por la entregada amistad de argentinos y argentinas.
Con una vida repartida entre España y la Argentina, Calamaro cuenta que allá permanece “suficientes meses como para instalar una rutina vital, mi vida austera y cultural. Descubrí la mañana como momento ideal para escuchar dos o tres discos antes de comprar el periódico y la comida en el mercado”. También hizo un “grupo de amigos tertulianos: humoristas, músicos, periodistas, intelectuales todos… Pensamientos libres. Conversaciones en las que me puedo identificar y escuchar con agrado”.
De regreso en Buenos Aires, temía no encontrar una rutina semejante, pero asegura que logró adecuarse. Está de vuelta en Palermo, el barrio donde vive su madre y donde él vivió de adolescente. Allí dice encontrar todo: buen pescado, fruta y verdura. Y buenas librerías. Es que la literatura y la escritura son hoy algunas de sus prioridades: además de su libro editado de reflexiones y relatos, dice tener otro escrito y “prácticamente descartado” y otro que va a terminar el último día del año. Se suma a las columnas que firma en el diario ABC español (en la prestigiosa sección La tercera, “¡donde dos veces al año firma Vargas Llosa!”, se ufana).
“Personalmente creo que no le dedico tiempo suficiente a los libros, ni a leerlos ni a escribirlos. Para leer y escribir hay que dedicarse en serio y muchas más horas por día, a pesar de que yo sigo escribiendo todos los días”. Entre sus últimas lecturas figuran Limónov, de Emanuelle Carrére, y los ensayos completos de Fabián Casas.
Pero volvamos a su rutina en su recuperado Buenos Aires. El plan perfecto es empezar el día cebándose mates (fanático de la yerba misionera, alterna entre La obereña, Sol y lluvia y Aguantadora, difíciles de encontrar en la ciudad, por lo que en su alacena cuenta con más de veinte paquetes) y luego “salir en bicicleta con Gabriel Fernández, mi honorable vecino”. Andrés se refiere a Vicentico, Gabriel Fernández Capello, líder de los Fabulosos Cadillacs, al que procura no chocar en esas recorridas ciclísticas, cuando por propensión natural siente que su equilibrio merma y comienza peligrosamente a acercarse, en posición no tan vertical, a su amigo.
Cuando éramos chicos y fundamentalistas rockeros, Julio Iglesias representaba al enemigo. ¿Cómo llegás a grabar con él?
No tengo enemigos y mucho menos en la música. ¡Y mucho menos Julio Iglesias! Julio es el gran colega. Digamos que ahora el enemigo está en otra parte: es la corrección política, mal entendida o potenciada en su tiempo virtual. Esa revolución blanda, puritana y moralista. La interpretación frívola de la ecología, el feminismo y el derecho de los animales; una bomba de humo que amenaza con distraernos de lo importante y también de lo trágico, atentando contra la libertad individual, el humor, el arte y la cultura.
Por lo que decís, tu pasión por las corridas de toros sigue intacta…
Es un tema delicado, porque inmediatamente me enfrenta con una masa enfurecida, en pleno tratamiento de lavatorio de cerebros. Hoy más que nunca hay que poner en perspectiva a Bob Dylan como faro del pensamiento y tomar en cuenta que jamás dijo una palabra sobre los animales, la caza y la pesca, la independencia de Cataluña ni Cristóbal Colón…
Volvamos a la música. Cada vez te enfocás más en cantar y en definirte como cantante. ¿Cantar es el máximo de la expresión, lo que más llega?
Convengamos que la voz es el instrumento portátil y frágil por excelencia. Cantar es demasiado importante, no soy un cantante natural. Confieso sufrir bastante las previas de las giras. La responsabilidad me desborda. Todos los que cantamos estamos enfocados en el canto; cuando grabamos y tenemos que sonar con sentido y sensibilidad, con el color y la expresión justas. Pero también paso temporadas importantes sin cantar. No estoy grabando sistemáticamente, no vivo conectado a ningún instrumento, tengo las máquinas apagadas casi todo el tiempo y a veces vivo sin instrumentos en casa. No soy exactamente un verdadero profesional de las canciones. No soy completamente músico ni compositor ni tampoco lo contrario.
La imagen en el rock es importante. Pero los años pasan para todos. ¿Te cuidás, hacés ejercicio? ¿Qué pensás de los que buscan la eterna juventud en la cirugía o en el botox?
Creo que estoy entrando en una edad (NdR: tiene 55 años) en la que ya no estamos conformes con la imagen que nos devuelve el espejo (casi nunca). Y recuerdo a Pessoa, el poeta, cuando da a entender que el hombre nació con la virtud de no poder mirarse la cara, porque los ojos miran para afuera. La eterna juventud es algo complicado de andar buscando, me parece más sabio entender lo que estamos viviendo. Vale la pena vivir una vida longeva y hacerse moderadamente viejo. Como suele decirse por ahí: ser joven muchísimo tiempo. Sin embargo, no me declaro contrario a retocarse y mejorarse un poco. No quiero pasarme la vida corriendo y no me queda bien hacer mucha gimnasia, me pongo grande y la ropa me queda ajustada.
Calamaro cuenta también que come con moderación y que es casi abstemio, aunque sorprende su conocimiento de vinos, cepas y regiones. Lo mismo con el whisky, del que confiesa trató hacerse amigo, pidiéndole consejos a su hermano mayor. A pesar de los intentos, siguen sin gustarle ni un poco, lo que es gran noticia para sus colegas, que disfrutan de su bodega.
Algo reacio a hablar de su vida privada, conserva las formas y la elegancia para contestar. Sigue viviendo con la modelo y actriz Micaela Breque (Mica para él, ella lo llama “El gaucho”). Desmiente haber tenido cuentas bloqueadas en Sadaic -la sociedad que recauda para autores y compositores- por pedido de su ex, la actriz Julieta Cardinali (“Ni siquiera soy socio de Continúa en pag. 4 Viene de pag. 3 Sadaic, ¿y a quién le importa lo que pasa con mis recaudaciones”). Y admite estar en etapa de reconstruir la relación con Charo, su hija de nueve años. “Con mi hija estamos esperando un momento apropiado para darle un nuevo viaje a nuestra relación -comparte-. Estamos en un momento de recuperar la confianza y acercarnos un poco más. No fueron fáciles las cosas, pero tampoco son tan difíciles. Es una muchacha excelente, puedo estar orgulloso de mi niña”.
De regreso a la música, confiesa estar escuchando “la que me elige una plataforma de música a la carte. Compro discos de jazz grabados hace 60 años, pero normalmente escucho bastante hip hop. También tengo listas de rock potente y a veces escucho la radio por curiosidad. Pero ahora estoy escuchando la música que me elige el algoritmo escandinavo”.
Con más de treinta años de carrera, sos parte de la nobleza del rock argentino. ¿Con cuáles de tus colegas harías la versión argentina del Desert Trip, el show que reunió a leyendas rockeras en California?
“Lógicamente hay nuevos aristócratas y elegidos por el público para reinar en distintos cuerpos de importancia del rock… Algunos son mis preferidos y otros sintonizan con el deseo del pueblo. Lamentablemente habría que considerar dejar desiertas algunas fechas. Nuestro Desert Trip podría celebrarse en el infierno… ¡El cielo puede esperar!
Lo que se verá en GEBA
Con su banda eléctrica, a la que en la intimidad denomina “El club del mate bien cebado”, Andrés Calamaro se subirá hoya las 22 al escenario principal del Personal Fest. Asegura que los ensayos que hicieron fueron muy buenos y con una comunión musical y personal ideal.
El repertorio, que suele elegir el tecladista Germán Wiedemer (para Andrés, “el encargado de los ensayos” y a quien le confía semejante tarea), tendrá temas de todas las épocas. “Agregamos canciones antiguas que en España serían probablemente desconocidas y tenemos distintos grados de baladas. Con más potencia lenta, pero también más sutiles y oxigenadas -adelanta Calamaro-. Y conservamos una importante porción de poder eléctrico, con canciones como Alta suciedad, Los chicos, Output Input y El Día de la mujer mundial. Estos temas los ensayé con la guitarra y voy a tocar la guitarra. ¡Y no la tengo colgada como elemento decorativo!”.
Sin develar demasiado lo que debería ser un secreto, Andrés guarda una importante sorpresa para este noche. Podemos decir que tiene que ver con abuelos e himnos de los corazones.
Su opinión sobre otros colegas
El Indio Solari: “Con Indio nos encontramos y mantenemos abierta y cercana nuestra comunicación. Fui a escuchar sus próximas cosas y compartir proyectos literarios y gráficos que lo involucran. Lo encontré normal y brillante”.
Charly García: “De Charly sé lo que él quiere que se sepa. No dejamos de ser lo que somos, pero ya no nos contamos intimidades, no hasta que nos encontremos a hablarlas. Lógicamente estoy interesado en saber como está y qué hace”.
Gustavo Cordera: “Eterna gratitud a la Bersuit de mi parte. Gustavo no sólo es víctima de sus propias palabras, algo que nos pasa a todos. También es víctima de una corrección política que tiene forma de inquisición delirante. Tampoco nos engañemos con el mundo ideal”.
Julio Iglesias: “Hace tiempo que tenía la fantasía de escuchar una canción propia cantada por él. ¡Pero un dúo, caramba! Grabé y me llamó. Fue una conversación genial, de mucha complicidad y respeto. De gratitud mutua. Espero vernos como me prometió”.
La selfie con un fan venezolano
La producción de fotos con Calamaro se trasladó a la calle. Allí, en Sucre y Figueroa Alcorta, mientras el Salmón posaba, un venezolano muy respetuoso encaró a Clarín. “Soy fan de Andrés, quiero darle un regalo, pero no quiero ser invasivo”. El músico recibió de buena gana la botella de ron venezolano , charló un rato con él y se sacó una selfie. De divo, ni una gota.