Asuntos sin importancia

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Asuntos sin importancia

La Vida
Estimados lectores, en la vida como en una cena en un restaurante, comemos entrada, comida, postre, pedimos la cuenta y el café. Como metáfora es buena, alguien tiene que pagar antes de irse. En estos últimos meses estuve escribiendo mucho, mas en tres meses que (es posible) todo lo escrito en el resto de mi vida. Escribir sin publicar es vertiginoso pero es vértigo horizontal, es como pintar cuadros para quemarlos inmediatamente, otra metáfora que bien puede recordarnos a la música, misterioso instante que termina. Las grabaciones de discos no existían hace cien años ni existen ahora, no los discos que tiene dos propiedades, son redondos y planos. Grabar música, entonces, es una circunstancia o una adversidad. La música es lo que cantamos hasta que terminamos de cantar, es como un viaje en taxi. Hay que elegir la forma adecuada para llevarnos exactamente a donde queremos llegar, al destino y no a 500 metros del destino, de ser posible al lugar exacto. Y se termina el viaje.

Entonces no existe la obra, existen cubanos que escuchan  aquellos discos en Cuba, y los escuchan en una balsa en el mar entre tiburones, suena en un radio casete portátil que, quizás sobreviva y llegue a la costa.

La música la escuchan los asaltantes antes de robar mil bancos y los toreros antes de matar mil toros. Recordamos de memoria nuestra música querida, la recordamos sin pasado ni futuro, en el tiempo presente. No recordamos nuestras contraseñas pero nunca olvidamos nuestra música.

El siglo pasado creíamos que este oficio podría proporcionarnos margen para ahorrar y retirarnos un día, cobrando regalías y merecidos derechos de autor de propiedad intelectual. Un escenario imposible hoy en día. Ahora somos como los taxistas y los asaltantes, le ponemos el cuerpo al sustento si hay cuerpo y hay sustento. Celebrar una gira es casi un milagro en estos días, reunir un equipo confiable de compañeros y cumplir las expectativas así sean muchas o ninguna. Es una inversión arriesgada que solo ameritan unos pocos elegidos, voluntariosos o desgraciados.  Y la cena en el restaurante. Como embutidos en un mandato ancestral, algunos llegamos con hambre y ya comimos varias veces el postre, estamos atorados de café y licor de hierbas. Hay que pagar la cuenta.